Esta película del director que realizó también con Audrey Hepburn, el gran éxito, Vacaciones en Roma, supone una magnifica puesta en escena de la obra de Lilian Helman, The Children’s Hour, de 1934.
Lilian, como se sabe, fue la compañera de Dashiel Hammet, el gran escritor de novela negra norteamericano, y autora de numerosas obras que fueron llevadas al teatro y al cine. La más conocida es La loba, interpretada en el cine por Bette Davis, y en el teatro en nuestro país por Nuria Espert, magistralmente, dicho sea de paso.

En La calumnia estamos ante una obra atemporal. Así como uno ve la citada, La Loba, con cierto candor de una sociedad que ya no existe, La calumnia representa el drama del vapuleo del puritanismo, (no en vano la Ley de Linch nació en el Oeste de Estados Unidos), hacia la supuesta sexualidad de unas profesoras de un colegio privado de la sociedad media-alta americana.
Basta la maldad de una niña archimimada y archimillonaria, para destrozar las vidas de los docentes que la rodean. Evidentemente en este clima, que podría haberse precipitado por cualquier circunstancia humana, Lilian Helman, autora también del guión del film, quiso tocar el tema del lesbianismo, como piedra de escándalo de una sociedad que se presenta limpia y pura. Si esto se da en un ambiente escolar, tenemos el drama servido.

Lo cierto es que como su nombre indica, el hecho es falso, pero la mentira es tan corrosiva, que hace dudar hasta los más cercanos, incluso a la misma profesora (Audrey Hepburn, espléndida en su papel) que si en un principio se iba a casar con James Garner, afamado doctor de esa ciudad, y todo se suspende tras los acontecimientos, duda de si todo lo dicho pudiera ser cierto y cambiar sus sentimientos, que ni siquiera se había imaginado que pudieran ir en esa dirección.

La falta de respeto a la opción sexual de los personajes, pone de manifiesto la hipocresía de una sociedad basada en los valores de la “fachada” ante los demás, de la apariencia, de los sepulcros blanqueados, pero dentro inundados de gusanos y miseria.

Este drama psicológico, como no podía ser de otra manera, nos fue hurtado por nuestro sistema político donde el nacional-catolicismo era más importante que la realidad de los hechos. Acostumbrados a ver a una Audrey Hepburn y una Shirley Mac Laine en papeles de comedia, musicales, etc., sorprende la tremenda capacidad de meterse en los personajes, y de vivir un mundo que puede ser representado en cualquier sociedad, y en cualquier tiempo.

Ya que lejos de estar resueltos los problemas que plantea, notamos que con el pensamiento mercantilista único, aderezado con los dogmas religiosos, la solución que plantea, es decir, la opción sexual no ortodoxa, que insistimos no ataca a nadie, el pensamiento libre, y la convivencia perfectamente humana, están todavía muy lejos de ser alcanzadas en nuestras sociedades, llamadas civilizadas, y no digamos en los países en los que la mujer no pasa de ser un objeto, utilizado para la procreación y la explotación de la mano de numerosos hombres.