De nuevo Madrid volvió a ser este 15 de septiembre el escenario de una masiva manifestación de trabajadores, venidos desde distintos puntos de España, para expresar su desacuerdo con la política de recortes laborales y sociales que el actual gobierno está imponiendo a golpe de decretos y con total prepotencia.

En la mañana del 15 de septiembre una riada humana con banderas nacionales y autonómicas, logotipos de diferentes agrupaciones sindicales, cartelas con dibujos o con frases que identificaban todo tipo de descontento avanzaban por las calles madrileñas para acudir a la cita en la Plaza de Colón.
Pese a la desesperanza y el desasosiego que la gran mayoría de los españoles tienen ante el negro futuro que nos han dicho que se avecina, el ambiente era menos triste que el habitual.
Se notaba la rabia contra un gobierno que, con nocturnidad y alevosía, cada viernes nos regala una receta neoliberal que nos empobrece como personas y como país.
Se percibía que la gente había venido a la capital porque querían decirnos “alto y claro” que, la manera de hacer frente a tanto dislate contra los de siempre, es unir voces y voluntades.

Los allí reunidos expresaban su hartazgo por la tomadura de pelo con que el gobierno trata a los de a pie, cuando con machacona insistencia, se nos está acusando de haber vivido por encima de las posibilidades; al tiempo que el gobierno establece medidas favorables a evasores y defraudadores, perdona a las grandes fortunas o propone, por ejemplo, estimular la economía con la aprobación de un Casino en el que el empresario norteamericano “inversor” exige que se conculquen leyes y derechos laborales sin justificación.
Y mal que les pese a los voceros del gobierno, los que estaban allí no iban engañados, no iban arrastrados por la influencia de los de siempre, ni tan siquiera por un gran bocadillo de mortadela; muchos llevaban tartera, la que tendrán que llevar sus hijos a los colegios porque ir a un comedor escolar público es “de ricos”.
La gran mayoría madrugó más de lo habitual para recorrer muchos kilómetros hasta llegar a Madrid; también eran mayoría los que hicieron ese viaje en autobuses sufragados con su bolsillo y, como es obvio emplearon su jornada de asueto en un día de reivindicación que debería hacer reflexionar a los que sin rubor cierran ambulatorios, despiden a maestros, desmerecen a la escuela pública, restringen ayudas a los que más lo necesitan, privatizan a diestro y siniestro y tienen como leit motiv la salvación de una banca que malversó, se endeudó ella sola sin que ninguno de los que estábamos allí le pusiera una pistola en el pecho.
Estuvieron allí y nosotros debemos acompañarles en esta y sucesivas marchas; porque suscribimos cada una de las frases de carteles y camisetas demandando cordura al gobierno y en defensa de lo público y los derechos de los trabajadores.
“Sin derechos y sin futuro no tengo nada”. “No somos recortables”. “Quieren arruinar al país”. “Su botín es mi crisis”. “Violencia es robar casa y pan”. “Yo tuve derechos”.